Preste especial atención a los niños y a los navegantes inexpertos. Las personas mareadas son un riesgo en sí mismas, ya que tienen muy mermada su capacidad para mantener el equilibrio, siendo necesario vigilarlas, especialmente en el momento que van a vomitar.
Las caídas al mar se limitan al máximo con el uso de arneses y líneas de vida. A la hora de hacerlos fijos al casco hay que tener en cuenta que el punto de sujeción pueda soportar la fuerza que va a ejercer el peso de la persona arrastrada por el agua.
Una de las causas más recurrentes de caídas es la utilización de calzado no adecuado, propenso a que la persona resbale. El ir descalzo en zonas húmedas donde la cubierta no posee material antideslizante facilita los resbalones. Hay que tener especial cuidado con no pisar las tapas acristaladas de las escotillas, dado que cuando están húmedas es muy fácil resbalar en ellas.
Los cabos y otros objetos sueltos por cubierta son una invitación a tropezar, de ahí la necesidad de que la cubierta vaya siempre bien arranchada. Los elementos móviles, como las botavaras, pueden precipitarse sobre una persona sin que esta tenga tiempo para reaccionar.
Los balances acusados que generan grandes escoras propician las caídas, de ahí que si es posible se deba buscar un rumbo que los evite, sobre todo si hay gente caminando por cubierta.
Uno de los momentos propensos para caerse al agua se produce cuando se va a recibir un remolque con mala mar. La nave estará atravesada a las olas, con balances pronunciados, luego solo debe ir a proa un navegante experto.
Los tripulantes con síntomas de embriaguez o bajo los efectos de estupefacientes presentan el riesgo añadido de manifestar comportamientos imprudentes, de ahí que no se les deba asignar otra función que el mantenerse quietos en la bañera o en otro puesto seguro.
Aquel tripulante que vaya a realizar sus necesidades fisiológicas por fuera de la borda debe ser consciente que su equilibrio está seriamente comprometido.
Recuerde: el uso del chaleco puede suponer la diferencia entre la vida y la muerte. Si una persona cae al agua con el chaleco puesto, sus posibilidades de mantenerse en la superficie, y, por tanto, de ser vista por sus compañeros son infinitamente más elevadas que si no lo lleva. Piénsese que si es de noche, o se navega en visibilidad reducida, los chalecos cuentan con un silbato y una luz. Si la persona está inconsciente el chaleco le ayudará a voltear sus vías respiratorias por encima del agua y a mantenerlo a flote.